14 sept 2014

La Peor Pesadilla


Legó la hora de verdad. Cuartos de final. Palacio Deportes Comunidad de Madrid. Ante Francia, en nuestra casa y con la afición totalmente volcada con el equipo, excitada con la posibilidad o más bien el deseo de poder vengarnos de nuestro más encarnizado rival, sobre todo tras el batacazo ante ellos en las semis del pasado Eurobasket y con la experiencia de haberlos arrollado en la fase de grupos.
Pero los cruces son otra cosa, los rivales se endurecen, ajustan sus sistemas y estudian más los de sus rivales. La competitividad cuando sabes que no puedes fallar, que compites por todo o nada, se multiplica y si no estás a la altura, lo pagas. Esto es lo que le sucedió a nuestra selección, entre otras cosas. Pero como diría Jack el Destripador: "vamos por partes".

España llegaba a este partido con la certeza, la confianza e incluso la seguridad de poder vencer a Francia, como ya se hiciera apenas una semana antes. Se sabían ganadores, algo que pudo pasar factura, pero seamos sinceros, todos pensábamos que ganaríamos sin problemas a cualquier rival y ya nos veíamos en la tan deseada final ante USA.
Y con los datos en la mano y las sensaciones que transmitía el equipo tras una primera fase impecable era imposible no pensar en ello. Jugaba de manera maravillosa, deleitaba al público, arrasaban a los rivales y nadie parecía capaz de hincarle el diente a este equipo, más allá del "temor" al combinado estadounidense. Todo funcionaba a la perfección o al menos eso parecía. Se empezaban a vislumbrar ciertas malas caras en algunos jugadores, sobre todo debido a la falta de minutos, por una escasa rotación que no hacía sino cargar de minutos en determinados momentos a jugadores clave de manera absurda. Ya se empezaba a deslizar todos estos "problemillas" desde la prensa, pero al fin y al cabo el equipo vencía y convencía.

Y llegó la hora del partido. Todos convencidos de la victoria, los franceses sin su jugador estrella, Tony Parker, partían como víctimas, como si fueran un animalillo que en cuarenta minutos iba a ser engullido y zarandeado por uno mucho mayor, más fuerte y poderoso.
Al final todo resultó al revés. Tuvimos el peor día en el peor momento posible. Cuando el mañana ya no existe. El acierto exterior desaparecido al igual que el interior, el ataque estaba sostenido por algún pequeño destello de Navarro y sobre todo por Pau Gasol, ante la incomparecencia de Marc Gasol y de Serge Ibaka, delante y detrás. Sin puntos desde fuera y sin puntos desde la pintura, el equipo no carburaba y el banquillo, ese que tan poco valor le ha dado Orenga y que tan pocos minutos ha visto repartido entre sus miembros, ni estaba, ni se le esperaba.

Me dejo para el final el que para mí es el gran culpable de este fracaso. Ese no es otro que el seleccionador: Juan Antonio Orenga. Ya se venía dudando de su capacidad como entrenador en el pasado campeonato, pero la consecución de la medalla de bronce, sumada a la ausencia de jugadores clave en la selección como Pau, Navarro o Ibaka, le sirvieron de excusa y le fue brindada la continuidad al frente de la selección. Sin embargo, este año no tiene excusas y teniendo el mejor equipo de baloncesto en la historia de nuestro país, se ha puesto de manifiesto su incapacidad total para gestionar un grupo de tanta importancia y en eventos tan relevantes como es un Mundial, "nuestro" Mundial.
Muchos dudábamos de esa falta de capacidad cuando llegaran momentos decisivos en los que un entrenador marca las directrices a sus jugadores desde la pizarra, esa que tantos quebraderos de cabeza le da.
A la ya mencionada absurda rotación, se una utilización penosa de los tiempos muertos, inexistencia de sistemas de juego, todo confiado a la inspiración de los jugadores. Sin plan B. Sin respuestas a los problemas que iban surgiendo a lo largo del partido, ninguneando a Felipe Reyes, desaprovechando a Calderón como escolta o quitándole toda la confianza a Sergio Rodríguez. Viendo como nos superaban una y otra vez en el rebote y siendo incapaz de contrarrestarlo y Felipe sentado.
Cierto que al final son los jugadores los que compiten, los que anotan y fallan. Cierto que Marc y Pau viajaron a Barcelona a conocer a la hija del primero un día antes del partido, aunque también Sito Alonso, segundo de Orenga, viajó para entrenar dos días a su nuevo equipo.
Que los jugadores estuvieron demasiado confiados, de acuerdo, pero también es cierto que éstos lo han ganado casi todo, año tras año y por eso tienen el beneficio de la duda y el respeto de los campeones, porque se lo han ganado y peleado, pero Orenga no.
Que lo más fácil y cómodo siempre es cargar las tintas contra el entrenador, es cierto, pero en este caso y en un deporte como el baloncesto, donde el buen hacer desde la pizarra es clave, está más que justificado que se le atribuya al entrenador gran parte de la culpa de esta derrota.

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